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SENTIDO Y FUNDAMENTOS POLÍTICOS DE UNA SOCIEDAD LIBRE

A continuación reproducimos el discurso de Luis Larraín, Director Ejecutivo de LyD, en el 2° Simposio de Reflexión Programática.
La centroderecha está protagonizando momentos muy decisivos de la historia de nuestro país. Encabeza, luego de muchos años, un gobierno que ha logrado con sus políticas y producto del esfuerzo de los chilenos, impulsar una sociedad de oportunidades, en que aumentan los empleos disponibles y mejora la calidad de vida de la mayoría de sus habitantes.

Paralelamente, la cruda crisis de los Estados de Bienestar europeos da cuenta, una vez más, del fracaso de las recetas de nuestros adversarios. El estado social de derechos, que pregonan los socialistas de diversos cuños, prueba una vez más ser una entelequia. Primero, porque los incentivos presentes en los Estados de Bienestar llevan a la quiebra de éstos. El drama de la Unión Europea hoy es justamente ese. La segunda razón es que los diseños del Estado para responder a esos derechos son las más de las veces fallidos, simplemente porque el Estado no tiene la capacidad de gestión para garantizarlos ni los sistema de incentivos para mejorar esa gestión.

Pese a que este escenario podría ser positivo para el auge de nuestras ideas, la acción del gobierno del Presidente Piñera se encuentra desafiada por una dura oposición y por la presencia de altas expectativas entre los chilenos, que no se han visto plenamente satisfechas. Esas expectativas nacen, en buena medida, de la trampa que la izquierda tantas veces le ha puesto a las ideas de la libertad: comparar la sociedad que resulta de la libre expresión de la voluntad de las personas, con una utopía.

Y, la verdad sea dicha, muchas veces caemos en la trampa e intentamos entrar en competencia con las utopías, una batalla que vamos a perder siempre, en lugar de buscar en el riquísimo cofre de nuestras ideas y principios las herramientas para combatir al socialismo.

Si las ideas de la libertad quedan huérfanas de defensores, corremos el riesgo de sufrir un punto de quiebre en el positivo camino que como país empezamos hace varias décadas, y que nos ha llevado a ser reconocidos como el caso más exitoso de progreso económico y movilidad social en la región y uno de los más destacados del mundo también.

Esa, nada menos que esa, es la responsabilidad que pesa sobre los líderes políticos de la centroderecha. Es lo que nos convoca hoy día: la obligación moral de ofrecer a los chilenos nuestro propio camino para consolidar esta sociedad de libertades que hemos venido creando entre todos.

Tenemos las ideas para afrontar este desafío. Tenemos los principios que dan sustento a nuestro proyecto.

La libertad y responsabilidad individuales son la base de nuestro proyecto político. El Estado de Derecho, por su parte, proporciona el marco indispensable para el desarrollo de las habilidades personales que conducirán a una vida mejor a todos los habitantes de nuestro país. Los chilenos podrán así encontrar el sentido de trascendencia que los hombres y mujeres que hemos venido a este mundo buscamos en nuestra vida.

La dignidad de la persona humana, desde su concepción en adelante, es el principio que orienta nuestro proyecto político y con ella vienen aparejadas la libertad y la responsabilidad. El respeto a la dignidad de la persona, nos exige, asimismo, aceptar divergencias en los proyectos de vida de los chilenos. La centroderecha debe estar por la inclusión, no por la discriminación.

El Estado tiene un rol importante, pero delimitado, en nuestra sociedad. Como nos han enseñado los pensadores clásicos de la libertad, el hombre es anterior al Estado, y este último ha sido formado por los hombres para cumplir funciones muy precisas.

Gobiernos haciendo (habitualmente mal) cosas que no tienen por qué hacer, como actividades productivas por ejemplo, y dejando de lado funciones fundamentales e inherentes a su naturaleza, como el logro de la paz social, la administración de justicia o la provisión de bienes públicos, son hoy el pan de cada día en muchas latitudes. Planteamos frente a esta realidad una vuelta del Estado a sus raíces y por lo tanto nuestra prioridad es que éste vuelva a ejercer, con propiedad, sus funciones naturales.

Creemos también que el Estado debe proveer el marco de reglas del juego para que la libre interacción de las personas lleve a una sociedad justa, donde cada cuál recibe una parte proporcional a su aporte. El Estado debe garantizar el derecho de propiedad, porque ésta es inherente a la libertad. Al garantizar el producto del trabajo de los hombres, garantiza también su libertad, porque el trabajo sin paga no es trabajo de hombres libres, sino de esclavos.

Los valores son muy importantes para la vida en común, el cultivo de lo bello y lo bueno es muy deseable en una sociedad, pero creo que no es tarea de la regulación ni de la ley lograr la virtud en las personas. No queremos un Estado nodriza, que nos esté diciendo qué debemos comer o cómo debemos comportarnos.

El Estado debe garantizar la libre competencia, porque bajo esas condiciones es que se cumple la brillante observación de Adam Smith, al reconocer que los precios que se establecen en las transacciones voluntarias entre compradores y vendedores – o sea en un mercado libre – pueden coordinar la actividad de millones de personas, buscando cada una de ellas su propio interés, de tal modo que todas se beneficien. Eso significa que somos pro-mercado y no necesariamente pro-empresa, como se nos suele presentar. Reconocemos la necesidad de las empresas para desarrollar al país, pero no estamos aquí defendiendo los intereses de alguna de ellas en particular.

El Estado debe ser un agente de movilidad social, porque es ésta la que hace legítimas las diferencias que hay y seguirá habiendo en la sociedad. Por esa razón, el Estado tiene un rol que jugar en la educación, asegurando oportunidades para todos; también lo tienen los particulares, porque la libertad de enseñanza y el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos están en el corazón de nuestras ideas de libertad.

Los socialistas son muy buenos para encontrar fallas al mercado y más lentos para reconocer las fallas del Estado. Denuncian el lucro en las actividades privadas y pretenden que, esas mismas personas, se transformen, como por arte de magia, cuando representan al Estado; desconociendo que muchas veces pueden perseguir fines particulares. Por eso creemos en el estado de derecho, en el gobierno de las leyes y no de los hombres, como decían los pensadores clásicos.

Creemos también en los límites al poder del Estado y advertimos los peligros de las nuevas tendencias que podríamos denominar “activismo judicial”, donde jueces y tribunales creen que su misión no es aplicar correctamente las leyes, sino su propia y particular concepción de justicia, transformándose en reformadores sociales y agentes de políticas públicas. Esos son los temas de futuro que enfrenta una sociedad libre y a ellos nos tenemos que abocar.

Tenemos los ojos muy abiertos para interpretar los cambios que vive la sociedad chilena. No desconocemos que hay entre nuestros compatriotas sentimientos de rebeldía frente a muchas situaciones del Chile de hoy. En particular, en el mundo y no sólo en Chile, asistimos a un desafío a todas las formas de poder. Y eso no choca con las ideas de la libertad, sino que convive bien con ellas.

Vemos con entusiasmo el proceso político que vive en estos precisos momentos el país, en que la centroderecha tiene dos figuras dispuestas a asumir la tarea de dirigir al país. Nuestro desafío es enfrentar esta situación con soluciones basadas en nuestras ideas y principios.

Hay que mirar con optimismo lo que está viviendo Chile. Nuestra sociedad seguirá cambiando y los cambios no serán menores; pero no prevalecerán aquellos que son fruto de concepciones constructivistas, sino los que representen los acuerdos y consensos entre las personas. Se podrán ver desafiadas las instituciones, como de hecho está sucediendo, pero no nos veremos arrastrados a un mundo “ideal”, conformado por “hombres nuevos”. El “modelo” como llaman algunos a nuestro sistema de libertad económica, no sufrirá jamás esa derrota total que esperan sus adversarios, porque no es en verdad un modelo, sino un espejo de la naturaleza humana y el producto de la libre evolución de los hombres y sus instituciones.

Chile necesita líderes que entiendan el fenómeno que estamos enfrentando, líderes que sean inspiradores, que defiendan con pasión las ideas de una sociedad libre y convenzan así a las personas del camino a seguir. Queremos líderes que tengan convicción, la convicción que da la certeza de que las ideas que se proponen tienen una profunda base moral. Si privilegiamos las oportunidades por sobre los subsidios, como mecanismo para surgir, es porque creemos que representan una mejor opción para las personas. ¡La mayoría de los chilenos piensa así también, según nos dicen los estudios!

Las políticas asistenciales, utilizadas en exceso, pueden dañar las posibilidades de los mismos desposeídos, al crear estados de bienestar insostenibles y al mismo tiempo mantener a esa personas con bajas capacidades de progresar sobre la base de sus propios medios. Pueden transformarse así en una verdadera droga que paraliza, que insensibiliza y crea dependencia. La situación de los países afectados por la crisis europea nos está indicando algo. La quiebra que enfrentan estas naciones no es sólo económica, es también una quiebra de las voluntades, de la ética del trabajo, de la responsabilidad, alentada por las malas políticas públicas que ofrece el estado social de derechos.

No somos insensibles frente al dolor, la pobreza o la inseguridad; simplemente pensamos que nuestras soluciones para atacarlas son mejores. Queremos reducir la desigualdad, pero hacerlo sobre bases permanentes, que potencien a las personas, que las saquen de la tutela del Estado.

Entonces no podemos considerar bueno per se que aumente el tamaño del Estado y se incrementen los impuestos; ni basar nuestras políticas en entregar cada vez más subsidios y en aumentar el gasto público. La gente prefiere la educación privada y la salud particular; ¿entonces por qué acceder a la permanente extorsión de quienes pretenden sostener la educación y la salud públicas sobre la base de perjudicar y reducir las alternativas privadas?

Tenemos mucho que ofrecer al país y debemos empezar por derrotar el derrotismo. Ello comienza por elaborar nuestro propio diagnóstico de lo que sucede en Chile hoy. Nuestro desafío es enfrentar los nuevos problemas con nuevas soluciones, soluciones basadas en las ideas de la libertad y responsabilidad que nos han inspirado siempre, y bajo el principio del respeto a la dignidad del hombre.

En este lugar y en este día, inspirada en nuestras ideas y principios, la centroderecha da un paso importante en su camino por hacer de Chile un país mejor para todos sus habitantes. Queremos invitarlos a sumarse con entusiasmo a esta noble tarea.

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